miércoles, 9 de abril de 2008

Otro cuento de navidad.


Lo escuchó de boca de un cantante joven promesa de la canción de un grupo de culto, que además de eso era joven promesa de alcohólico, joven promesa de violento, joven promesa de artista decadente y... Pues muchas cosas más, y le gustó. “Me deprime la Navidad”, decía. Se lo oyó decir en la barra de un bar que los dos frecuentaban, siempre por separado. Hizo oreja y se lo oyó. Está claro, el joven promesa se lo decía a una chica escuálida que le miraba con ojos tiernos, a él, al cantante joven promesa, no al otro. “Me deprime la Navidad”. Le gustó aquella frase y la utilizó desde ese día. Daba la casualidad que en aquella época era Navidad, y pudo utilizarla a sus anchas y prodigarla a diestro y siniestro. Se la dijo a todos los conocidos, al panadero, que le deseó felices fiestas el hombre y le respondió de esa manera, a todo conocido y desconocido. Nada de criticar el abuso consumista, o lo de la fiesta pagana convertida ni nada de eso, sólo decía me deprime la Navidad. Y se sentía todo decadente y todo antisocial y... diferente. Diferente al resto del planeta que amaba o que disfrutaba de la Navidad. Esa frase le costó una buena discusión en Nochebuena, con toda la familia, porque a Enrique, muy antisocial él y muy contra todo, también le tocaba cenar en nochebuena con toda la familia. Pasó el tiempo, enero, febrero, marzo, y se olvidó de la frase, se había pasado la fecha. Pero en agosto, bajo un sol de esos de justicia, hablando con un amigo que le decía que a ver si llegaba el invierno, que lo estaba deseando, que hacía mucho calor espetó: “Me deprime la Navidad”, y se sintió reconfortado. Y a partir de ese día lo utilizó como recurso y como muletilla para acabar todas sus frases, o casi todas, tampoco era muy ducho en palabras. El 28 de diciembre de 1995, cinco años después de que Enrique escuchara esa frase por primera vez en boca del cantante joven promesa de la canción de grupo de culto, su familia entera, padre, madre, abuela, hermano pequeño y hermano mayor, además de Pocky, el yorshire terrier, colisionaron contra otro coche de frente en la M 30, camino a su casa. Los ocupantes del otro coche, un Ford Fiesta matrícula de Soria, también murieron todos. Cuatro personas más. Ocho años después, en plenas Navidades, Enrique entró en el bar en el que solía estar el cantante joven promesa, que ya no era cantante ni promesa sino un aplicado mecánico aficionado al vino y al mus. Se acercó y pidió un café solo. El cantante, o el mecánico, según se mire, se volvió hacia Enrique y le dijo, muy serio él, “Me deprime la Navidad”. Y Enrique, dándole vueltas al café con la cucharilla le respondió impasible, “Pues anda que a mí...”

D.L.




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