jueves, 15 de octubre de 2009

El valor del silencio. El silencio vale más que mil palabras


El Diccionario de la Real Academia de la Lengua española define silencio como abstención de hablar, falta de ruido o falta u omisión de algo por escrito. Esa abstención no quiere decir incomunicación. Supone un acto consciente de no expresión verbal. Es una forma de comunicación llena de significados diferentes dependiendo del entorno y del contexto en el que se produzca.

Siempre le he dado mucho valor al silencio. El arte de escuchar implica silencio y respeto por parte del que escucha activamente. En muchas ocasiones he podido observar como las personas no escuchan, se mantienen calladas pero están pensando en su respuesta o simplemente su mente divaga por otras latitudes o quieren evadirse porque el tema les incomoda.

El silencio puede ser respuesta llena de desprecio o puede suponer una divergencia. A medida que pasan los años he aprendido que no siempre es positivo manifestar las divergencias ante determinadas personas. Hay temas que es inútil discutirlos porque esta vía no conduce a nada. La discusión genera conflictos y éstos tensiones. El silencio es un bálsamo que serena los ánimos. Claro que a veces puede ser negativo para la salud mental de la persona que calla y no siempre quien calla otorga. Simplemente se disiente desde la paz.

EL silencio es discreción. No siempre el que sabe más es el que tiene incontinencia verbal, muy al contrario me he encontrado a gente llena de sabiduría y conocimiento que practicaban el arte del silencio. “Manejar el silencio es más difícil que manejar la palabra” expresó el político y periodista francés Georges Benjamín Clemenceau.

Es significativa la cantidad de reflexiones que se han hecho sobre el silencio así como refranes y dichos populares. “Es mejor ser rey de tu silencio que esclavo de tus palabras” William Shakespeare. Las palabras generan compromiso y el silencio no, las primeras pueden hacerte caer en el ridículo el segundo no.

En la mujer el silencio es un escudo interpretado erróneamente como sumisión: mejor no hables porque para lo que tienes que decir, cállate la boca, no sabes nada, tu opinión no vale. Y el silencio es divergencia, reivindicación del yo, huelga de palabras. “No consiento que la mujer enseñe ni domine al marido, sino que se mantenga en silencio” dijo San Pablo. Que equivocado estaba. A través del silencio significativo se pueden alcanzar grandes metas. Las palabras son acciones y no buenas razones.

Me he arrepentido de haber hablado, pero nunca de haber guardado silencio ( Publio Siro, siglo I a.C. Poeta dramático romano).

Pareciera que el mundo ruidoso en el que nos ha tocado vivir no nos permite practicar el silencio. Así dice la escritora Susanna Tamaro:
Siempre hay alguien que te dice lo que debes hacer, ya no existe el silencio, en todas partes hay ruido; si tú no estás con tus propios pensamientos, cómo vas a entender el sentido de las cosas, es imposible. Vivimos bajo una manipulación perversa, muy sutil.

Patricia Aragón