sábado, 19 de abril de 2008

Primera parte del curso para inoperantes. Especial camareras.



Para empezar, es imprescindible tener en cuenta el garito en el que nos movemos.
Según sea el antro, así será la camarera y será fundamental para decidir qué tipo de estrategia seguir.
Garito cutre de barrio estilo pub: Se distingue fácilmente por que siempre lleva un nombre estúpido seguido de una “s” (Jose’s, Rebeca’s, Cuco’s).
Aquí la cosa está chunga porque la barra estará llena de perdedores cocainómanos babeándole a la camarera, pero no nos rindamos aún.
En este tipo de antros, la camarera suele ser una tía del barrio que te puedes encontrar a la mañana siguiente en la lechería con los rulos y la bata. Estas son fáciles, pero siempre, siempre, tienen novio. Posiblemente un macarrazo del copón con moto petardera y cadena de oro ¿Qué podemos sacar de ellas? A corto plazo es difícil, pero si nos dejamos caer a menudo, podemos ir sembrando y recoger cuando la tengamos en su punto.
La primera vez, vete con uno colegas. Si no los tienes, como yo, puedes acoplarte cerca de un grupo que esté jugando al billar o sentarte al lado de los zombis que miran el fútbol en la pantalla gigante. Al entrar, mira siempre hacia delante y cuando sepas que ella te mira (por muy ocupadas que estén siempre miran al que entra) gira sólo la cabeza y salúdala sin demasiado entusiasmo. El truco está en contraer los mofletes para iniciar una sonrisa, pero sin mover los labios (esta noche cuando te quites las espinillas, practícalo frente al espejo) ella te devolverá el saludo pero sonreirá de verdad al pensar que tú también ibas a sonreír. Bien, contacto visual establecido, chica maja, tipo interesante.
Después de hablar un rato con el grupo, acércate a la barra y pide. Esta vez sí tienes que sonreír de verdad y pedir las copas por favor y dando las gracias. En el ambiente en el que se debe mover la pobre mujer, esto le sonará a tío con carrera y te dará unos puntos.
Haz lo de todas las noches, emborráchate, tira unos vasos y vomita a la salida.
Aunque te apetezca despedirte de ella no lo hagas, así conseguirás que vuelva el misterio, porque ella sí te estaba mirando para despedirte. Por hoy no tenemos nada más que hacer allí.
El segundo día vete sólo con una persona (aunque sea págale) y sentaos en la barra. Ella fregará los vasos ignorándote pero cuando acabe irá a atenderos. Sonrisas dejando claro que tú la recuerdas a ella y ella te recuerda a ti.
Pasad toda la noche en la barra, verás cómo tarde o temprano se acoplará en vuestro rincón con expresión de cansada (buf, vaya nochecita, etc...) Haz sólo el caso necesario para no resultar maleducado y sigue hablando con tu amigo. Ya, ya sé que tiene unas tetas impresionantes, pero es mejor esperar. Ella hará 4 o 5 acercamientos, que se harán más frecuentes a medida que se vaya vaciando el local. Sigue el rollo, pero aparentando desinterés o que estás casado (Ya sé que es difícil de creer, pero ella aún no te conoce) sobre todo nada de “cómo te llamas” o “eres de por aquí”, ya llegará el momento.
Pagáis, os despedís y vomitáis a la salida.
El tercer día es el más importante. Tienes que ir solo (¿cómo si no?) y preferiblemente a altas horas, (controla el horario de cierre, porque irá a buscarla el novio y no queremos aún que nos partan la cara) pero sobre todo, que sea un día de diario para poder tener el terreno libre.
Llegas, te sientas en la barra (en una banqueta, no seas nota) “hola que tal”, pides la copa y te pones a mirar la tele. (La putada de esto es que a esas horas siempre hay teletiendas y mierdas por el estilo y se puede caer en la gilipollez). En cuanto te haya servido se irá a continuar enseñándole las tetas al perdedor de turno, claro que la diferencia está en que tu has leído este práctico manual. Cuando no lleves ni media copa, ella aprovechará que se ha movido para rellenar el plato de las patatas y se acoplará frente a ti dispuesta a charlar.
Llegado este momento ¿qué es lo que pasa? Pues que te quedas con la puta intriga y te esperas al próximo capítulo, en el que seguiré con el tutorial.
Medita sobre lo que has leído y haz tus deberes.

D. L. 1998

No me pidas

No me pidas
que sonría.
A pesar del sol,
la humedad latente
ha provocado
que se me pudran los dientes
y caigan
avergonzados
como las lágrimas
que tampoco me despejan.

D.L.

sábado, 12 de abril de 2008

Primavera

Hoy
la primavera
se ha colado
en forma de lagartija.
Me persigue a dentelladas
y siento
que permanece atascada
entre el bazo
y la garganta.
Es su cola
partida en dos,
quien no para
de hacerme cosquillas,
impidiéndome
respirar.
Y al tratar de escupir
se ha desprendido
una de mis alas
y me sangra la espalda.
No es que no pueda
volar de nuevo,
es sólo que se me han secado
las ganas.

D.L.


miércoles, 9 de abril de 2008

Otro cuento de navidad.


Lo escuchó de boca de un cantante joven promesa de la canción de un grupo de culto, que además de eso era joven promesa de alcohólico, joven promesa de violento, joven promesa de artista decadente y... Pues muchas cosas más, y le gustó. “Me deprime la Navidad”, decía. Se lo oyó decir en la barra de un bar que los dos frecuentaban, siempre por separado. Hizo oreja y se lo oyó. Está claro, el joven promesa se lo decía a una chica escuálida que le miraba con ojos tiernos, a él, al cantante joven promesa, no al otro. “Me deprime la Navidad”. Le gustó aquella frase y la utilizó desde ese día. Daba la casualidad que en aquella época era Navidad, y pudo utilizarla a sus anchas y prodigarla a diestro y siniestro. Se la dijo a todos los conocidos, al panadero, que le deseó felices fiestas el hombre y le respondió de esa manera, a todo conocido y desconocido. Nada de criticar el abuso consumista, o lo de la fiesta pagana convertida ni nada de eso, sólo decía me deprime la Navidad. Y se sentía todo decadente y todo antisocial y... diferente. Diferente al resto del planeta que amaba o que disfrutaba de la Navidad. Esa frase le costó una buena discusión en Nochebuena, con toda la familia, porque a Enrique, muy antisocial él y muy contra todo, también le tocaba cenar en nochebuena con toda la familia. Pasó el tiempo, enero, febrero, marzo, y se olvidó de la frase, se había pasado la fecha. Pero en agosto, bajo un sol de esos de justicia, hablando con un amigo que le decía que a ver si llegaba el invierno, que lo estaba deseando, que hacía mucho calor espetó: “Me deprime la Navidad”, y se sintió reconfortado. Y a partir de ese día lo utilizó como recurso y como muletilla para acabar todas sus frases, o casi todas, tampoco era muy ducho en palabras. El 28 de diciembre de 1995, cinco años después de que Enrique escuchara esa frase por primera vez en boca del cantante joven promesa de la canción de grupo de culto, su familia entera, padre, madre, abuela, hermano pequeño y hermano mayor, además de Pocky, el yorshire terrier, colisionaron contra otro coche de frente en la M 30, camino a su casa. Los ocupantes del otro coche, un Ford Fiesta matrícula de Soria, también murieron todos. Cuatro personas más. Ocho años después, en plenas Navidades, Enrique entró en el bar en el que solía estar el cantante joven promesa, que ya no era cantante ni promesa sino un aplicado mecánico aficionado al vino y al mus. Se acercó y pidió un café solo. El cantante, o el mecánico, según se mire, se volvió hacia Enrique y le dijo, muy serio él, “Me deprime la Navidad”. Y Enrique, dándole vueltas al café con la cucharilla le respondió impasible, “Pues anda que a mí...”

D.L.




jueves, 3 de abril de 2008

Cuando llueve



















Cuando llueve

y la tierra huele a infancia
y a recuerdos...
Y el asfalto se oscurece
y se eleva junto a las nubes.
Y las palomas corren
a ocultarse...
Y tiembla en los cristales
la luz tenue.
Y se apaga el silencio
sobre la carretera...
Y lloran los árboles
su calma gris.
Y el aire se hace húmedo,
y se pega a tu piel...
... Y brotan los paraguas
sobre la calzada.
Y resbalan las gotas,
como las imágenes
de tus besos cansados,
que permanecen presos
en mis palabras...
Y me veo corriendo
hacia ninguna parte...

.................................

Cuando llueve
salgo a refugiarme
entre tus brazos
-como lo hiciera ayer-
sin permiso,
y sin que me descubras...
Y te aprieto a mi lado
con fuerza,
empapándome de ti,
aunque tú ya no estés,
como tampoco se han quedado,
-tras la tormenta-
las palomas escondidas,
ni las gotas
que en mi cristal
dibujan su huella

cuando llueve.

D.L. 1995