lunes, 3 de marzo de 2008

QUERIDA




En la casa hay movimiento y olor a verduras hervidas. Elena trasiega y yo miro por la ventana. Esta noche no ha parado de llover. Lo sé porque he subido varias veces a las nubes y me he dejado caer en picado sobre Barcelona.
Serían las cuatro de la mañana cuando el fogonazo ha iluminado la habitación. Yo no debía haberlo advertido porque en ese momento dormía, pero creo que he levantado mis párpados coincidiendo con mi vejiga floja. En la habitación se encontraba ella, desnuda y serena, irradiando esa luz cegadora que emiten las supernovas, o los rascacielos en llamas, que para el caso es lo mismo.
Se ha acercado levitando y he pensado que era demasiado: tener esas visiones en la cama de Elena con ella durmiendo a mi lado, ajena a los movimientos rítmicos de una mano de dedos largos que acariciaba mi sexo. Me agitaba sin compasión empujando mis hombros, aplastando mis costillas contra el suelo de madera, acercando su boca hasta morderme…
-Oye, son las cuatro, te has quedado dormido y estás frío- Se ha levantado removiendo el aire de la habitación, camino del baño.
Me estaba mareando. Creo que he reaccionado antes de vomitar algún improperio y me he arrastrado hasta el water cruzándonos en el pasillo sin vernos. Ha vuelto a acostarse, mascullando entre dientes y recitando la eterna letanía de mi irresponsabilidad.
-Debías estar en la cama hace cuatro horas y te has quedado dormido en el sofá. Luego pasa lo que pasa, que te quejas de que te duele esto y aquello. ¡Joder, esto es una casa de locos! -. Mientras, golpeaba la almohada para ahuecarla.
He mirado por la ventana del salón y he creído ver la figura de una mujer al otro lado de la calle, taladrando fijamente mis ojos a través de la lluvia, abrigando sus largas piernas tras un vestido oscuro diluido en una sombra fugaz.
Y después el cadalso de la cama matrimonial. Sábanas con olor a Mimosín y silencio castrense.
Elena dormía y yo miraba las luces en el techo. Reflejos de bombillas y farolas.
Esta mañana seguía lloviendo y he salido a pasear un rato. Gorra calada, soledad y un punto de lucidez.
Algo está cambiando, me acostumbro a la silla de ruedas y sigo oyendo su voz cada noche. Mi hermano repite que ella murió hace dos años, en el accidente.
Necesita medicación. Pobre. Si durmiera con Elena advertiría que no es posible matar a una mujer así.
Nunca dejaré de quererla.

Duoker.

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